Tekoporã,
Arte indígena y popular del Paraguay
Arte
como resistencia
por Marina Oybin
Pabellón de exposiciones temporarias. Planta baja
Días: martes a viernes de 12.30 a 20.30 Sábados,
domingos de 9.30 a 20.30
Visitas guiadas: martes a domingo 16 hs.
Ticio Escobar
La exposición Tekoporã coincide con la conmemoración
del sesquicentenario de la Guerra Guasú o Guerra de la Triple Alianza, en la
que se enfrentaron Argentina, Brasil y Uruguay contra el Paraguay (1865-1870).
La muestra no aborda temáticamente este conflicto pero propone reflexiones
desde las expresiones artísticas que sobrevivieron al desastre.
Sumergirse en las entrañas del arte del Paraguay.
Esa es la poderosa sensación que uno tiene cuando recorre Tekoporã, Arte
indígena y popular del Paraguay. Son más de 200 piezas provenientes del Museo
del Barro de Paraguay y otras de museos argentinos. Está presente el arte de étnias
como la Guaraní, Ishir, Maká, los Ayoreo, Nivaklé, y el arte popular paraguayo,
desde el siglo XVII hasta hoy.
“El término tekoporã está compuesto por dos
palabras: tekó significa modo propio de ser, cultura; porã nombra al mismo
tiempo a la belleza y al bien: para ellos una ética es una estética. El
tekoporães el buen vivir colectivo, el vivir con belleza. Este ideal ético
guaraní se extiende a las otras etnias y a los sectores populares de tradición
mestizo-guaraní que viven en el Paraguay”, dice Ticio Escobar, curador de la
muestra y director del Museo del Barro. Estudioso de las culturas indígenas,
Ticio es considerado el crítico de arte más importante del Paraguay.
No es frecuente experimentar la sensación de
sumergirnos en otra cultura, en otra cosmovisión. Hay obras que resultan
hipnóticas. Una hermosa talla policromada del Cristo de la divina sangre
condensa una tradición iconográfica que surge en el siglo XVII y hoy persiste:
el ángel sostiene la copa en la que cae la sangre que emana de Cristo.
Apenas uno pasa un pasillo donde baja la temperatura
ambiente, se encuentra con el fabuloso arte plumífero. “Las plumas tienen
distintas funciones. Son distintivos individuales: marcan si la persona está
casada, si es viudo, si está buscando esposa. Tienen también funciones rituales
ceremoniales: los hombres se relacionan con las divinidades a través de la
apariencia transfenoménica que dan las plumas, que los vuelven seres
sobrenaturales. Los chamanes usan las plumas con un sentido mágico propiciatorio:
para curar, como psicoanalistas, médicos, poetas, y a veces por cuestiones
terapéuticas. Se embadurnan todo el cuerpo con pegamento de cera y se llenan de
plumas. Es una intervención chamánica, una fuerza, una creencia. Yo soy
racionalista, pero que se curan, se curan”, explica Ticio Escobar.
Un cazador aché desnudo, bañado en sangre, lleva en
su espalda una descomunal cabeza de tapir: los ojos abiertos, el pelaje casi
intacto, desmembrado. Esa gran fotografía de más de un metro de alto, tomada en
1982, estremece.
Cerca, se ve un yacaré tallado en madera balsa de
más de dos metros y medio de largo. Es un disfraz ritual para chicos. Se meten
en la talla y se arrastran: el animal se desplaza. A unos pasos, hay una
impactante serie de máscaras deformes. Con ellas, desde el siglo XVII, las
culturas indígenas paraguayas representan a sus enemigos. Se ven rostros
afectados por enfermedades, labios leporinos, anomalías atroces. Los
penitentes, que hicieron promesas a los santos patrones, se exponen a la burla
pública para pagar sus pecados. Cumplir la promesa simboliza escarnio y
reparación.
Hay vainas de proyectiles devenidas bellísimas
pruebas de vida y amor. En la guerra del Chaco, los soldados no tenían forma de
enviar cartas. En vainas de bronce de distinto tamaño, grabaron corazones,
pájaros, flores, hermosas escenas que enviaban a sus novias o madrinas de
guerra. Uno se imagina a los soldados transformando la esencia de esas vainas.
Son obras deslumbrantes, amorosas, creadas en medio del espanto.
Las culturas
indígenas del Paraguay eran abstractas. Con la llegada de los españoles y la
influencia colonial, comenzaron a incorporar la figuración. Sincretismo que hoy
persiste. “Resistieron como un conflicto de sentido. Para ellos el barroco era
de un mal gusto espantoso porque el ideal guaraní es simple, centrado,
armónico, sin desequilibrio y completamente despojado de líneas y colorinche.
Cuando viene un arte revuelto y descentrado, a ellos les pareció horrendo. En
las misiones jesuíticas se les impuso esta imagen y ellos resistieron a través
de una imagen completamente esquemática, que aunque es figurativa, recupera su
esquematismo inicial”.
Ticio
considera que una pieza deviene obra de arte
cuando logra condensar verdades. “Tienen otro mundo atrás que precisa la
belleza para manifestarse, que es una apelación a la apariencia y a la
sensibilidad para trabajar verdades: eso lo diferencia de una cosa puramente
ornamental o meramente artesanal, que no tiene un mundo atrás. Estas obras
remiten a mundos míticos, mundos mágicos, mundos de vida, de sobrevivencia.
Mundos de resistencia”.
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